Pensando en voz alta, Por Domingo A. Valdez
De la misma manera que hay afectos que se ganan, también hay odios y rencores. Y el finado César Medina, no escapa a esta onerosa realidad.
Cuando usted elige colocarse de espaldas a los intereses del pueblo por motivos meramente mercuriales, así mismo va usted dejando una estela de resentimiento, rencor y animadversión hacia su persona.
La búsqueda de la opulencia personal en contraposición a las miserias de la mayoría, es algo que no pasa desapercibido, y si se realiza con el desparpajo del que se siente protegido dentro de las murallas del poder, es mucho más visible.
Todavía me causa náuseas las imágenes de Medina, sentado cómodamente en un jet privado, tomando champagne en compañía de sus allegados; mientras recién nacidos mueren por falta de una bendita incubadora o por un fatal apagón.
Acaso no es indignante el hecho insólito [sólo en nuestro país] de que un diplomático ejerza su cargo en la distancia? Y lo que es más bochornoso, el altísimo sueldo y los consabidos estipendios por “gastos de representación”. Eso, sin contar la abultada cartera de publicidad estatal que «adornaban» sus espacios televisivos.
¿Que sienta pena o conmiseración con su familia en sus momentos de dolor?
¿Acaso recuerdan ellos que el producto que ellos tan alegremente usufructúan es el fruto de la más vil explotación de ese pueblo que los vio nacer?
No, no podemos, bajo ningún concepto, caer en la tradicional retórica popular de sindicar a alguien de bueno después que muere. No, nos resistimos, porque el dolor no puede y no debe ser exclusividad de los que menos tienen; de los que languidecen día a día; de los que sufren y pierden un familiar por no tener acceso a una medicina, a una diálisis, a quimioterapia, a una intervención quirúrgica.
¿Que sintamos pena?
Pena sentí yo por Goyito siendo un niño
Pena sentí yo por Orlando siendo un niño
Pena sentí yo por Sagrario
Por Homero
Por Amín… y tantos otros que ofrendaron sus vidas en la quimérica búsqueda de una sociedad con menos abismos sociales.
Sólo espero que, si es cierto que cuando uno está muriendo el cerebro hace una retrospectiva de la vida [como si fuera una película], a César Medina, le hayan dado una tanda doble.